¡Mito y Realidad! #24 (La fibra)

Además de ayudar a prevenir el estreñimiento, las dietas ricas en fibra se consideran preventivas de enfermedades como la diverticulosis colónica, y ayudan a controlar la diabetes mellitus, la obesidad o el cáncer de colon.

La fibra alimentaria está formada por partes comestibles de plantas que nuestro intestino delgado es incapaz de digerir o absorber y que llegan intactas al intestino grueso. Entre ellas, se encuentran los polisacáridos distintos del almidón. Además de ayudar a prevenir el estreñimiento, las dietas ricas en fibra se consideran preventivas de enfermedades como la diverticulosis colónica, y ayudan a controlar la diabetes mellitus, la obesidad o el cáncer de colon.

El mito: La fibra adelgaza

La realidad: Aunque hay una extendida creencia popular de que la fibra no aporta calorías, ya que nuestras enzimas no son capaces de digerirla, esto no significa que adelgace.

De hecho, para ser exactos, la fibra soluble procedente de algunos alimentos (frutas, verduras y legumbres…) es fermentada por las bacterias del intestino grueso transformándose en ácidos grasos de cadena corta que sí pueden aportar alguna caloría (aproximadamente unas 20 KCal al día, si tomamos como referencia la cantidad de fibra recomendada).

Sin embargo, aunque no “adelgace”, la fibra es muy beneficiosa en nuestra alimentación (especialmente en las dietas hipocalóricas, diabéticas…). Contribuye a la saciedad (aumenta el tamaño y la viscosidad del bolo alimenticio), modula el paso de la glucosa a la sangre, previene el estreñimiento, y, al estar presente en alimentos de origen vegetal, no aporta excesivas calorías.

El mito: Todas las fibras son iguales

La realidad: Existen dos tipos de fibra básicos que poseen funciones diferentes. La fibra insoluble se encuentra en el salvado de trigo, los frutos secos y muchas verduras. Presenta una estructura gruesa y basta y no se disuelve en el agua, de manera que recorre el tubo digestivo y aumenta el volumen de las heces. La fibra soluble se encuentra en la avena, las judías, la cebada y algunas frutas. Se disuelve en el agua para formar un material con consistencia de gel en el tubo digestivo. Se ha demostrado que, si se come habitualmente, la fibra soluble reduce ligeramente el nivel de colesterol LDL (ya sabes, el malo).

El mito: Para poder conseguir el aporte de fibra que necesitamos hay que tomar alimentos enriquecidos con esta sustancia

La realidad: La fibra, de forma natural, aparece en alimentos de origen vegetal: frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales, por lo que, tomando las cantidades recomendadas, se puede conseguir el aporte de fibra necesario.

Realmente los beneficios de un buen aporte de fibra en nuestra dieta (prevención de determinados tipos de cáncer, estreñimiento, alteraciones cardiovasculares…) no pueden atribuirse sólo y exclusivamente a la fibra, sino a la dieta que la acompaña. Un buen aporte de fibra suele ir unido a alimentos de origen vegetal y a cantidades moderadas de alimentos de origen animal, grasas.

El mito: Toda la fibra es completamente natural

La realidad: Hoy en día hay todo tipo de alimentos con fibra: yogures, zumo de uva, edulcorantes? Si te parece imposible, recuerda que se trata de moléculas. No tienes que ver ni notar la fibra para que esté presente. Ahora los científicos tienen una nueva clase de fibra que denominan: fibra funcional, es decir, que se crea y añade a los alimentos procesados.

El mito: La fibra es buena para todas las enfermedades digestivas

La realidad: Aunque los beneficios de la fibra son innumerables e indiscutibles, debemos de tener en cuenta que, en determinadas circunstancias, una elevada cantidad de fibra puede estar contraindicada. Así, en el caso de gastritis, úlceras o irritación de la mucosa digestiva… no es recomendable su ingesta (especialmente la insoluble, presente en cereales integrales). Tampoco es aconsejable si padecemos gastroenteritis o diarreas por su conocido efecto laxante.